LUZ LÚBRICA
Reencarnación de artista del Renacimiento, tan pagano como místico. Poeta del cuerpo de amor, erothanatos, cantor "de un beso entre el sexo y la muerte". En sus graciosos dibujos deja constancia del terror erótico-tanático expresado en los versos de sus poemigas.
Carlos Edmundo de Ory| España
En nuestro mundo infernal de todos los días, asistimos al advenimiento de los ángeles. Parece que se han puesto de moda: las librerías ofrecen múltiples títulos monotemáticos de tomo y lomo. Obras eruditas de estudiosos y también amenas de periodistas, cuyas páginas ilustradas ostentan imágenes polifacéticas de ángeles. Esos ángeles ideales de la religión católica, ángeles more theologico.
Reencarnación de artista del Renacimiento, tan pagano como místico. Poeta del cuerpo de amor, erothanatos, cantor "de un beso entre el sexo y la muerte". En sus graciosos dibujos deja constancia del terror erótico-tanático expresado en los versos de sus poemigas.
Carlos Edmundo de Ory| España
En nuestro mundo infernal de todos los días, asistimos al advenimiento de los ángeles. Parece que se han puesto de moda: las librerías ofrecen múltiples títulos monotemáticos de tomo y lomo. Obras eruditas de estudiosos y también amenas de periodistas, cuyas páginas ilustradas ostentan imágenes polifacéticas de ángeles. Esos ángeles ideales de la religión católica, ángeles more theologico.
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Grandes pájaros de
Dios entronizados en el Arte por pinceles místicos.
Desde los primitivos, precursores cristianos de la
pintura sagrada, hasta la escuela prerrafaelista,
pasando por el Renacimiento pagano, muy rico en
iconografía angélica. Y no olvidemos a William Blake,
discípulo de Swedenborg y de Milton.
En este contexto
artístico espiritualista, sitúo a los ángeles eróticos
de Angelingua, otro libro de Luis Eduardo Aute,
prolongador de los poemigas, estereografías y dibujos de
sus álbumes Animal y Animal-2. Ahí abundan
visiones libidinosas del ars amandi practicado
por distinta especie de seres formando pareja: hembras,
delicadas muchachas desnudas, y ángeles viriles
entregados a las delicias carnales. En los espacios
escénicos de cada página figuran cuerpos imaginarios,
de pura fantasía erótica, modelados estéticamente con
realismo virtual. Nos presentan los rituales venéreos de
un sacrum sexual teatral izado.
Aute sabe pintar la
realidad de las cosas, como el sexo femenino,
fotográfico, lo mismo que sabe dotar de alas sublimes y
pequeños penes itifálicos a sus ángeles fornicadores.
Parece imitar las normas estilísticas de dos escuelas
pictóricas del siglo XIX, la prerrafaelista de
Inglaterra y la realista de Francia. Coincide con el
espiritualismo de Burne-Jones, quien dijo una vez a
Oscar Wilde: "cuanto más materialista se haga la
ciencia, más ángeles pintaré". Y vemos que Aute es un
técnico exquisito en alas angélicas. Por otro lado le
atrae irresistiblemente la barbaridad de Gustave Courbet.
Vemos también, como toscos "voyeurs" que somos, sus
copias fieles del famoso cuadro del pintor francés
titulado El origen del mundo. Ahora triunfa el
materialismo más encarnado: aquí se expone, en todo su
esplendor natural, el sexo de la mujer. Este cuadro
único se hubiera podido llamar más exactamente:
El
origen
y fin del
mundo.
Llave maestra del
cuerpo de amor, el sexo femenino, salud de los hombres y
de los dioses es también su muerte, ruina y perdición.
Eros y Tánatos. Dicho en versos latinos: Divina
Astarte... hominorum deorumque vis, vita, salus, /
Rursus aedem quae es pernicies, mors,
interitus. (Plauto, Mercator, IV). Y con
palabras del
poeta
romántico Novalis: "El amor es el punto final de la
historia del mundo, el amén del universo".
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Y si Courbet se alabó
de no pintar ángeles, dejar de hacerla se debió a un
motivo razonable: nunca vio ninguno en carne y hueso,
sino en pinturas de otros. Lo dejó dicho: "Pintar
ángeles... sí, a condición de haberlos visto". Las alas
en lo alto, el sexo en lo bajo. Aute concilia los
confines. Uno de sus ángeles levanta los dos brazos ante
el cuadro obsceno rindiéndole homenaje.
Es el momento de
decir lo que me estaba callando: todos los ángeles de
Luis Eduardo Aute, músico, pintor
y
poeta, son ángeles
malditos, miltonianos. Esto tengo que explicarlo a la
luz lúbrica de los dibujos y también de los poemigas con
versos que evocan el linaje bíblico de los ángeles
tentadores. Hablan del ángel exterminado y de la Fruta
Prohibida y del Paraíso Perdido.
Estamos a las puertas
de la Biblia. Los primeros capítulos del Génesis,
en tiempos de los patriarcas Henoch y Mathusalam,
cuando la construcción del arca. "Y aconteció que,
cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la
faz de la tierra, y les nacieron hijas, viendo los hijos
de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas,
tomáronse mujeres, escogiendo entre ellas" (Gen.,
VI, 1 Y 2). Este pasaje, confusamente interpretado
en los primeros siglos cristianos, hizo creer que los
"Hijos de Dios" eran los ángeles. Es el primer
testimonio fabuloso de la caída de los ángeles y su
unión carnal con las mujeres de la tierra. El Libro
de Henoch, apócrifo vetero-testamentario, da cuenta
de esta herejía, que dieron a conocer los padres de la
Iglesia condenándola.
Ciertamente, los
ángeles han jugado un papel considerable en el amor. La
vida sexual existe hasta en la misma divinidad y también
en los ángeles. En el Paraíso Perdido, los
ángeles comen y beben y se enamoran, el arcángel Rafael
se ruboriza contando una relación sexual. De John
Milton, su maestro, William Blake se aventuró a decir:
"parecía encadenado cuando escribía sobre los ángeles y
sobre Dios, y libre cuando escribía sobre los Demonios y
sobre el Infierno". En su epopeya religiosa asistimos a
la lucha de ángeles buenos y malos.
Los ángeles de Aute
son miltonianos. Ahí está, en el último poemiga de
Angelingua, uno de ellos arrojado del Paraíso:
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Ángel postrado
ante la puerta del Templo
del
Paraíso Perdido
y hallado en el
Templo
del Arte de Amar.
Estos versos
epigramáticos me dan la impresión de querer parodiar
aquellos acrósticos heréticos sobre la caída de los
ángeles que escribió un Commodiano de Gaza, el más
antiguo predicador apocalíptico, quien como un
Tertuliano de la poesía religiosa, vaticina con furia el
fin del mundo en el siglo III. Versos referidos a los
ángeles de lo Alto que bajaron a la tierra donde tomaron
la forma humana y dejándose seducir por la belleza de
las mujeres, enfangados en el amor, no pudieron retornar
al cielo.
Laus Veneris.
La
rapsodia de dibujos y poemigas, en paralelos
literarios-iconográficos, forja un afrodisiaco
Magnificat encabezado con un canto triunfal
pormenorizando el orgasmo al compás de la música de un
verso de Paul Eluard: "...sexo líquido, universo de
licor". Liquida voluptas.
A la vista tenemos el
Kamasutra angélico de Luis Eduardo Aute,
reencarnación de artista del Renacimiento, tan pagano
como místico. Poeta del cuerpo de amor, erothanatos,
cantor "de un beso entre el sexo y la muerte". En sus
graciosos dibujos deja constancia del terror erótico-tanático
expresado en los versos de sus poemigas:
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Obertura, oferta y
ofrenda
de manjares y
manantiales
que manan de la Fuente
de la Muerte.
La abertura, el
orificio del sexo femenino, vulgarmente llamado coño,
del latín cunnus, y metafóricamente con elegancia
máxima carcaj, alambique, brasero, cofre, dedal, jardín,
mina y de manera encantadora casa de la
alegría.
Los fenicios se
pintaban los labios imitando el agujero del sexo
femenino.
Comentario para Aute. Tránsito 1951-2001, catálogo de la exposición en el museo de Huesca.
Comentario para Aute. Tránsito 1951-2001, catálogo de la exposición en el museo de Huesca.